miércoles, 5 de diciembre de 2007

El Palacio de las Fuentes de Chocolate


Hoy un filipino que habla como un americano, el cual ha pasado parte de su vida en -Australia y que se llama José Miguel Vaca, se ha venido a comer con nosotros. Supongo que le hacía ilusión por aquello de practicar su precario español, pero creo que sobre todo se ha animado porque el resto de la empresa acostumbra a comer cutre-sandwichs comprados en el Carrefour de al lado (¡¡¡viva la dieta mediterránea!!!). Aquí el amigo ya nos había sugerido ir a un hotel cercano en nuestra última visita, pero después de recorrer un par de kilómetros con el coche de alquiler por un camino sin asfaltar (en el que rozamos los bajos del coche más de una vez), no llegamos a encontrar el citado edificio. Hoy nos confesó que se ha enterado hace poco de que lo han derribado para construirlo de nuevo, aunque no hayan quitado las señales indicativas (aquí acostumbran mucho a tirar edificios y levantarlos de nuevo en cuanto se cascarea la pintura de la fachada).

Nos hemos fiado de él de nuevo, y nos ha llevado a un sitio llamado Shangri La (http://www.shangri-la.com/en/property/abudhabi/shangrila)que también se encontraba cerca de la oficina-chalet en la que trabajamos (las distancias son como en Estados Unidos: cerca = menos de diez minutos en coche; lejos = hay que ir en avión). Menudo palacio. En realidad están todavía construyéndolo, y sólo una tercera parte está accesible al público. Está construido al estilo de los palacios árabes, que se pueden ver reproducidos en algunos grandes edificios del sur de Andalucía (algunos hoteles de la zona de Cádiz que he tenido el placer de conocer). La decoración era claramente árabe, pero sin llegar a lo hortera de la mayoría de sitios típicos de por aquí. Los espacios amplios, las ventanas enormes y el servicio (algo muy a destacar en este País), fantástico.

El restaurante estaba en la parte baja del hotel, en una zona que daba a la piscina construida sobre el canal que separa el continente de la isla sobre la que está construida Abu Dhabi. Alrededor de la piscina se veían algunas mujeres rubias (sí, no eran de por aquí) tomando el sol, y, al fondo, una hamaca de cuatro pies sostenía a un afortunado paisano...

Decidimos comer de carta en lugar de buffet, y cuando se lo planteamos a nuestra amable camarera nos respondió que sólo había buffet, el cual nos recomendaba visitar, pero que si no encontrábamos nada de nuestro agrado, nos harían algo personalmente... Era coña, claro. El buffet era IMPRESIONANTE. La zona de ensaladas estaba repleta de vegetales, salmón, shushi y otras delicias. Los tres nos preparamos un buen entrante, acompañado de la cerveza nacional (¡¡¡Fosters!!! está en todos lados).

Después, en la segunda ronda, la del "main course", José y yo no dábamos crédito. Había todo tipo de carnes (de las permitidas, ya sabéis, el animal ese que huele mal y tiene la cola con forma de remolino no está permitido), y varios tipos de pescado. El filipino anglosajón con nombre de asturiano, a mi lado, coge un plato. Se echa un tipo de carne, otro, un poco de pescado, otro tipo de carne, otro de pescado... abandono y me voy a mi sitio. He cogido un plato bonito y he hecho una composición equilibrada en formas, tamaños y colores (la presentación es lo más importante, que lo dicen todos los cocineros de la tele). Al rato, aparece el multi-nacional con un plato rebosando comida por todos lados y me dice, torciendo el gesto: "Uy, creo que te has quedado corto, vas a tener que dar otro viaje". Pero vamos a ver, yo creí que sólo los españoles nos abalanzábamos sobre cualquier cosa que en la que pusiese "gratis" o "barra libre", pero no, este tío cogió de todo lo que había.

Se acercó nuestra servicial camarera y, al ver el percal, le saltó directamente: "¿Está usted satisfecho con el buffet o todavía quiere comer a la carta?". Nuestro amigo aseguró que prefiere probarlo todo antes de decidir... buen ambiente.

Sobre los postres solo diré que eso sí debería ser pecado y no el alcohol en este País. Para los golosos sólo diré que había tres fuentes de tres pisos, por las que se dejaban escurrir tres tipos de chocolate, de otros tantos colores diferentes... Había disponibles fresas, gominolas y otros dulces pinchados en un palito, para que el personal se entretuviese sumergiéndolas en esa catarata de sabor y tentación.

En cuanto al precio, muy en la media de lo que solemos pagar habitualmente por aquí, y no muy diferente de lo que se paga en otros países europeos.

Esta gente sabe vivir muy bien, y a los occidentales aquí nos tratan como a reyes.

Mañana más.

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