sábado, 14 de agosto de 2010

Conducir en Grecia

Los primeros kilómetros al volante aquí fueron un poco caos, básicamente por ligeros problemas técnicos y por no entendernos muy bien con nuestro nuevo amigo TomTom.

Cuando la cosa se enderezó, descubrimos gratamente que el País dispone de autopistas que cruzan de lado a lado, aunque la que llega hasta Kalamata aún no está terminada y el último tramo nos devolvió a la realidad de hace unos pocos años aquí.

Son varias las cosas que destacan. La primera son las pequeñas casitas que colocan en los lugares que ha fallecido alguien en la carretera, con una vela dentro a modo de santuario. Las hay a cientos. Como mucho a cada kilómetro o dos kilómetros hay una. Da bastante mal rollo.


Pero claro, luego les ves conducir y vas entendiendo cosas. En general no es que circulen excesivamente rápido, pero claramente hay una parte de las normas de circulación que se toma de manera totalmente diferente a otros países: la doble línea continua no tiene ningún significado especial para ellos.

Cuando la carretera se estrecha y retuerce mientras escala pendientes, la doble línea es continua durante muchos  kilómetros. Pues aquí eso lo único que significa, por lo visto, es que el que circula delante algo más lento que el siguiente, tiene la obligación de prácticamente tirarse al arcén (incluso hemos visto caravanas que se paraban unos segundos cuando acumulaban muchos coches detrás). En cualquier caso, los más rápidos y decididos adelantan sin contemplaciones sobre la doble línea continua, en medio de una curva, incluso con otros coches viniendo de frente. Se ve continuamente.

Otra cosa a destacar son los moteros. Por supuesto en camiseta, pero el 95% de ellos, sea cual sea la moto que conduzcan, van sin casco. En autopista, carretera comarcal... da igual.

Es curioso de ver este comportamiento, aunque según parece están entre los primeros en Europa en número de accidentes.

La última cosa a destacar. Litro de gasolina super 95 (aquí no hay 98 octanos, sin o 100) = 1,53 euros. Toma ya.

lunes, 9 de agosto de 2010

La crisis griega

Más del 80% de los huéspedes del hotel son locales, griegos. Su lengua siempre me ha hecho mucho gracia. Suena como un castellano con las sílabas desordenadas.

Y eso me hace pensar qué tipo de gente será ésta que viene a este hotel, con la que esta cayendo en el país. La última vez que conseguí ver habitaciones libres en internet para los dos próximos meses una costaba 560 euros la noche y la otra más de 1.200 euros.

Los refrescos en el bar de la playa cuestan 4 euros, y ya os diré lo que valen los restaurantes. De momento nos hemos apañado ayer para cenar con un Gyros Pita clásico y hoy un bocata en la playa.


Lo que más se ven son parejas o matrimonios con niños. Supongo que aquí hay otra clase más alta, esa que veíamos desde el avión navegando de isla a isla en sus barcos privados.

Para que os hagáis una idea, las habitaciones de la planta baja de todos los edificios, además de su terraza privada con sus tumbonas de cojines blancos, tienen.... piscina privada. Exacto, una piscina por habitación. Hay docenas de piscinas privadas, aparte de las cuatro centrales del recinto.

Pero lo más impresionante es una especie de suites que son más bien un chalet privado, que aparte de su piscina, tienen su propia arena de playa en el recinto, con un acceso casi directo a la playa común.

Sí. El país está en crisis. Mañana nos hemos planteado salir a ver la realidad, más allá de la garita de seguridad de este sitio.

domingo, 8 de agosto de 2010

En Grecia con los Romanos

Está difícil llegar. Si bien los griegos han construido fantásticas autopistas que cruzan el país, algunas están sin terminar y se hace interminable el último tramo hasta la costa por puertos y carreteras en muy mal estado.

Según te vas acercando el paisaje cambia. Los olivos toman el terreno y el mar se vuelve de un color azul muy vivo.

Al final, el último desvío y una garita de seguridad privada marca la entrada a todo el recinto, que de momento comparten dos complejos hoteleros y un campo de Golf. El control de acceso es grande, pero mi nombre aparece en la "lista de invitados": "Conduzca un kilómetro alrededor del campo de golf, y en la rotonda a la derecha"

Las vistas son impresionantes, la montaña, el mar, el césped recién cortado, los árboles perfectos. Se ve bastante movimiento. La entrada del hotel es espectacular, varios coches de lujo están aparcados en los alrededores, entre ellos un Rolls Royce.

Nos cogen las maletas, nos dan un ticket, se llevan a aparcar el coche, nos dan otro ticket.

En la puerta, un mujer elegantemente vestida nos recibe llamándome por mi nombre, preguntándome por el vuelo. Al cruzar la puerta otra chica me ofrece una toalla húmeda. Recomienda que nos asomemos al mirador del hall de entrada. Es espectacular. Las piscinas y tumbonas del complejo son increíbles, y acaban justo en la playa y en el mar. Más bien, continúan allí.


Me reciben en un mostrador especial para socios oro y platino, y comienzan mis trámites. Me comunican que nos han hecho un upgrade a una suite. La cosa promete.

De repente, a mi espalda, se presenta el Director de Operaciones del hotel. Tras una animada charla con él en la que, como no, me felicita por las victorias futbolísticas españolas, me da su tarjeta y me pide que le llame ante cualquier problema.

Otra señorita nos acompaña hasta nuestra habitación. Pasamos por multitud de edificios, ninguno de más de tres alturas,  todos ellos conectados por puentes de madera.

Al fin llegamos a la habitación, bueno, al piso. Al final de un pequeño pasillo de entrada, está el salón. Dos zonas, una con una mesa redonda, armario con minibar y máquina Nepresso, que tiene cubierta una de las paredes con un mosaico blanco precioso. La otra parte de salón, con un gran sofá, está presidida por una impresionante pantalla de 50" y un Home Cinema con dos torres de altavoces a cada lado.

También tenemos una terraza con otra mesa y una chimenea, con vistas al mar y al campo de golf. Sin comentarios. El cuarto de baño "sólo" (ahora lo explico) tiene ducha y es unas dimensiones espectaculares. Tiene acceso desde la habitación y desde el pasillo de entrada.

Al igual que los armarios de la habitación, que se pueden abrir desde el cuarto de baño a su vez. El dormitorio tiene dos o tres grandes protagonistas. Una cama enorme, cuadrada, en el centro de la habitación, y una impresionante bañera jacuzzi a sus pies, justo delante de las ventanas que dan al mar. Sí, en el dormitorio. Sí, pegada a la ventana.

Multitud de botones controlan un sin fin de combinaciones de luz, las cortinas, las persianas, mosquiteras para poder dejar las ventanas abiertas... pero el colmo es la segunda pantalla de 50" en la habitación, a un lado del jacuzzi y que es "waterproof", además de tener el efecto ambilight, y que el agua de la bañera no caiga de ningún grifo al activarlo, si no que directamente lo haga por medio de tres chorros que se precipitan directamente desde el techo de la habitación. Espectacular. El colmo lo pone el que para encender el modo jacuzi la bañera no vale con tener algo de agua, si no que tiene que rebosar por fuera de la misma, en un segundo recipiente que la rodea.

En definitiva, sólo la habitación ya ha merecido la pena el viaje. Son diez días. Comentaremos la plaza, las cuatro piscinas, los restaurantes y los alrededores del complejo próximamente... prometo fotos.