Mis compañeros de viaje me han destacado el que no haya contado ciertas cosas de la travesía, que son muy indicadas para ser contadas en este lugar. Anécdotas que se llaman, así que voy a proceder a narrar algunas de ellas, sin un orden especial, y sin mucha conexión, a modo de resumen de lo que puede ser un viaje de estos.
El viaje comenzó con los típicos inconvenientes que nuestro amigo Fran sufrió en sus carnes, como son los derivados del paso por el control de seguridad, en el que entre desnudarse, deshacerse de sus líquidos sospechosos, y volverse a vestir, dedicó un tiempo precioso.
Durante el resto del viaje continuamos "charlando" con nuestra azafata. Como ejemplo, no me preguntéis como sé que ella iba a salir a correr por París los dos próximos días...
El tema del coche también dio de qué hablar. Nos dieron una fregoneta de cuidado. Fran se montó detrás y se abrochó el cinturón diciendo: "Vamos a ver si tu fama es cierta, José". Indignado ante semejante falta de respeto, salió con toda su determinación de la plaza de parking, pero sólo conseguimos avanzar un metro y veinte centímetros sin que se le calase el coche. Sin comentarios.
El coche estaba dotado, según nuestra petición, con un práctico GPS imprescindible en grandes ciudades extranjeras. Facilita mucho el trabajo, y sin él estaríamos perdidos. Aún así, nos perdimos alguna vez, pero él mismo nos sacó del aprieto. Lo mejor fue cuando, aburridos el último día en un atasco camino del aeropuerto, decidimos rebautizar la carretera de circunvalación de París con el nombre de Avenida de los Chichos, y así se la encontrará el próximo usuario de Avis que sea tan afortunado de recibir el mismo aparatejo. Esa, y otras cuatro carreteras principales más...
La parte más curiosa de nuestro periplo por carreteras Parisinas fue la agresividad de los camioneros locales. En un intervalo de dos minutos escasos presenciamos como un camión se lanzaba a aplastar a un coche que le adelantaba por la derecha (no le alcanzó), y como otro conductor de vehículo pesado, tras una supuesta discrepancia de tráfico, se bajaba de su vehículo y empezaba a aporrear (patadas y puñetazos) a un BMW que se dio a la fuga acojonado.
Fueron solo tres días, no llegó, pero además tuvimos un camarero que se empeñaba en traernos lo que él quería, y acabó prendiendo fuego a lo que había sobre la mesa al servirnos unas crepes flambeadas. Conocimos a un ratoncillo que se había quedado petrificado mientras cruzaba un calle en Trocadero (vivo, pero quieto) y al final descubrimos que volaba con los billetes de un tal Fernando.
Vamos, que dan ganas de volver. De hecho tenemos billete para mañana, pero eso es otra historia...
esperadme que vengo!
ResponderEliminaryo tb!
ResponderEliminar... y las bebidas recubiertas de selva, y los aperitivos chinos picantes que Jose esquivo sabiamente, y las cometas desde los balcones, y el camarero frances frances, y la pelea de Peter y el pollo, y el conductor de nuestra fragoneta perdiendo los nervios en la plaza de la Muette, y el mendigo silencioso, y la colección de minis, y "mira, es genial la torre eiffel", y la subida de acciones de vodafone a base de llamadas de telefono, ..... y tantas y tantas.
ResponderEliminarSin duda, me voy a otra con vosotros fijo! (rebuscad bien, que seguro que tenemos que hacer alguna visita a cualquier lado)
No me acuerdo de la pelea de Peter y el pollo.
ResponderEliminarYo ampliaría el camarero/encargado francés francés con la paradoja del bar-zip.
Mencionar lo de calar el coche ha dolido.
No perdí los nervios en ninguna plaza, simplemente fui decidido.
Y ya puestos, el citroen C3 no es un mal coche, hay quien le saca poco partido.
ja,ja,ja, como se ponen algunos, y eso que no he mencionado lo de la servilleta......
ResponderEliminarjuer. creo que omitiendo la identidad del seleccionador de periódicos deportivos tentado, lo único que has conseguido ss sembrar la duda en dos esposas en vez de una :-D
ResponderEliminarPor lo demás, acojonante. Fíjate que lo máximo que he conseguido yo es que la azafata me mirase de reojo cuando, viendo que otro tipo se animaba y sacaba su portatil, yo saqué la PSP y me puse a jugar al Final Fantasy... Supongo que se quedó con las ganas de darme una colleja. Si es que uno es friki y no puede evitarlo.