miércoles, 8 de abril de 2009

Benidorm en Ibiza

El lunes, después del baño de sol que nos pegamos durante la mañana en la piscina, decidimos ir a comer a San Antonio y después visitar las calas y playas de la zona. San Antonio es el centro de toda la marcha veraniega de Ibiza, donde están las discotecas más famosas, y donde se concentra la muchedumbre con ansias de juega y desenfreno.

Eso en verano, claro, porque ahora la imagen es realmente diferente. El centro de la ciudad recoge una colección de calles repletas de bares, ahora cerrados, que dan la sensación de convertirse en un auténtico hormiguero de camisetas de tirantes y pantalones cortos. Los alrededores de la ciudad, en dirección a Port des Torret, parece una lugar abandonado, pero en lugar de edificios antiguos y en ruinas, chalets blancos unidos entre si por un sin fin de bares y terrazas, todos ellos cerrados, que descansan ocho meses al año para ser capaces de soportar lo que se les viene encima con el buen tiempo. Aún así, vacío, asusta, solo de imaginase lo que suele haber ahí en agosto...


Después de aquello, fuimos hacia la costa oeste de la isla, parte norte, donde seguimos descubriendo calas y playas impresionantes. Si algo tiene esta isla, es que aparte de un buen número de calas, todas ellas son diferentes entre sí. Cala Bassa, con una playa que combinaba arena y roca y un lugar ideal para la pesca y para echar el ancla al barquito. Cala Tarida, después de bajar escaleras y escaleras, con unas vistas interesantes, entre los chalets de la urbanización que la ha devorado.

Pero la preferida del día y a la que dedicamos las últimas horas de sol fue, Cala Conta, con una espectacular composición de islotes, rocas, calas y casa de lujo, como la de la foto, cuyo dueño debe ser un personaje famoso del que no cacé el nombre en las conversaciones ajenas que nos rodeaban.

Y más o menos así dimos por terminado el viaje, ya que el martes pasó la borrasca por encima de la isla y no ha parado de llover desde entonces, por lo menos hasta que despegó el avión este mediodía. Sólo salimos a ver Protinaxt, bajo la lluvia y el frío, y presenciamos una escena desoladora: autobuses de abuelos del Inserso que eran obligados a de los mismos porque su ruta así lo decía. Todo vacío, cerrado, como un Benidorm en invierno, con sus abuelos, pero con las puertas cerradas.

Repetiremos, seguramente este año, ya hemos preguntado en la casa sobre fechas disponibles.

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