Madrugar, obligatorio si quieres disfrutar del fantástico desayuno que nos prepara Olga cada mañana (todo sea dicho, a la hora que la dijimos nosotros, más que nada para obligarnos a salir de la cama). La cama te tienta a quedarte más tiempo en ella. Es una cama comodísima, con una estructura metálica típica de estas tierras, de la que cuelgan una especie de cortinas blancas a los lados que la dan un aire muy acogedor.
Algunas nubes a primera hora de la mañana, pero cuando escribo esto desde una tumbona al lado de la piscina, con las impresionantes vistas que podéis ver en la foto, son casi las once y luce desde hace tiempo un sol impresionante.
Nos cuentan que anoche llovió mucho. Primera noticia, caímos rendidos en la cama y, aunque oímos sonido de agua, pensamos en podría ser la fuente del jardín.
Al desayuno nos han acompañado una pareja inglesa a los que nuestra casera llama su padres británicos, por los 20 años de relación que tiene con ellos, y uno de los perros de la casa, que por supuesto nos ha ofrecido su mejor cara de dar pena para ver si despistábamos algo de nuestro desayuno en su beneficio.
Ayer el día fue menos espectacular que el primero. Pasamos por Santa Gertrudis a comer. Comida buenísima, y algún que otro incidente en la terraza con el viento y las pizarras del menú voladoras...
Después bajamos a la ciudad de Ibiza, y recorrimos el casco antiguo, con su fortaleza y sus subidas y bajadas. Cuando vimos que se acercaba el atardecer, fuimos a conocer la Playa de las Salinas y ya para ver la puesta, la escondida Cala d'Hort, de la que habíamos recibido muchas recomendaciones.
Hoy de momento, nos lo tomamos con calma aquí tirados al sol.
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