Los primeros kilómetros al volante aquí fueron un poco caos, básicamente por ligeros problemas técnicos y por no entendernos muy bien con nuestro nuevo amigo TomTom.
Cuando la cosa se enderezó, descubrimos gratamente que el País dispone de autopistas que cruzan de lado a lado, aunque la que llega hasta Kalamata aún no está terminada y el último tramo nos devolvió a la realidad de hace unos pocos años aquí.
Son varias las cosas que destacan. La primera son las pequeñas casitas que colocan en los lugares que ha fallecido alguien en la carretera, con una vela dentro a modo de santuario. Las hay a cientos. Como mucho a cada kilómetro o dos kilómetros hay una. Da bastante mal rollo.
Pero claro, luego les ves conducir y vas entendiendo cosas. En general no es que circulen excesivamente rápido, pero claramente hay una parte de las normas de circulación que se toma de manera totalmente diferente a otros países: la doble línea continua no tiene ningún significado especial para ellos.
Cuando la carretera se estrecha y retuerce mientras escala pendientes, la doble línea es continua durante muchos kilómetros. Pues aquí eso lo único que significa, por lo visto, es que el que circula delante algo más lento que el siguiente, tiene la obligación de prácticamente tirarse al arcén (incluso hemos visto caravanas que se paraban unos segundos cuando acumulaban muchos coches detrás). En cualquier caso, los más rápidos y decididos adelantan sin contemplaciones sobre la doble línea continua, en medio de una curva, incluso con otros coches viniendo de frente. Se ve continuamente.
Otra cosa a destacar son los moteros. Por supuesto en camiseta, pero el 95% de ellos, sea cual sea la moto que conduzcan, van sin casco. En autopista, carretera comarcal... da igual.
Es curioso de ver este comportamiento, aunque según parece están entre los primeros en Europa en número de accidentes.
La última cosa a destacar. Litro de gasolina super 95 (aquí no hay 98 octanos, sin o 100) = 1,53 euros. Toma ya.
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