viernes, 7 de mayo de 2010

Ventiseis horas de viaje de vuelta

El viaje de ida fue un espejismo. Ambos aviones nos dejaron destino con varias docenas de minutos de antelación, y la maleta apareció en su momento y sin ningún daño.

Después de una semana intensa, de esas de que al final te acuerdas de que el hotel tenía piscina, playa y spa, porque te lo dijeron cuando te registraste, ya que sólo lo has utilizado para dormir, y poco, nos plantamos con ganas de volver a casa en el aeropuerto.

Todo iba bien. Las instalaciones fantásticas. Lamentándonos del poco tiempo para disfrutarlas, subimos al avión.  La rutina de costumbre, una copa de vino, elegir el menú, y mientras se espera, se selecciona la película y se come con tranquilidad. Después de la película, una siestecita de rigor, camino de Frankfurt, nuestra escala a casa.

Como siempre, me despertó el mensaje de "Hemos comenzado nuestro descenso, abróchense el cinturón...". Ejecuté robotizado las órdenes, y según mi cabeza fue cobrando la consciencia, me percaté de que se me habíaa hecho demasiado corto. Miré el mapa del viaje en la pantalla y vi que... ¡¡¡¡Estábamos aterrizando en Estanbul!!!!

Pregunté qué estaba pasando, y me dijeron que un viajero había sufrido un ataque al corazón y debíamos parar de emergencia allí. La parada duró unas tres horas, en las que no salimos del avión. Por supuesto, sabíamos que íbamos a perder el enlace en Alemania, así que hicimos unas llamadas para conseguir plaza en un vuelo posterior. Sabíamos que Etihad no se iba a responsabilizar del retraso. Es algo que ya vivimos un par de años antes. Por cierto, el pasajero bien, lo vi salir del avión como si nada.

Llegamos a Frankfurt, y como manda la ley de Murphy, la puerta donde nos dejaron estaba a kilómetros de donde debíamos ir , con tren incluido de por medio, con lo perdimos incluso el vuelo que habíamos cambiado. Volvimos a reservar por teléfono para la mañana siguiente, y comenzamos la lucha por recuperar las maletas para pasar esa noche en el hotel del aeropuerto, que ya conocíamos.

Después de una hora, aparecieron las maletas, pero una de ellas seriamente dañada. Reclamaciones.

Cuando todo parecía ya fácil y yo me relamía pensando en el litro de cerveza alemana que me iba a meter de homenaje esa noche, el destino me dijo que no corriese tanto. Nos dieron habitación en la última planta, al fondo del pasillo de un edificio enorme. Mi puerta no abre con la llave electrónica. Probé docenas de veces. Nada. Dejé las maletas en la habitación de un compañero, y volví hacia atrás el largo camino a recepción. "La llave funciona perfectamente señor, ve, la meto en el ordenador y me da el OK. Le doy otra más, pero esta funciona". Vuelvo a subir, paseito y .... agua. Ninguna de las dos abre.

Cambio de habitación, por supuesto en la otra punta del hotel.

A la mañana siguiente, de nuevo sorpresas. No tengo billete, el resto si. La misma persona, el mismo email, pero yo no tenía billete. El tiempo corre, perderemos el avión. Compramos otro billete de emergencia para mi, a un precio de escándalo. Corremos hasta la puerta de embarque y.... 45 minutos de retraso.

Al final, hemos aterrizado hoy 26 horas después de haber despegado de Abu Dhabi. Y directo a la oficina.

Durante el proceso de esa mañana me entero de que la noche antes, para eso vuelo al que intentamos llegar corriendo, yo no tenía billete. Hubiese vivido una situación dura. Ellos subirían justos al avión y yo, me quedaría en tierra.

Pero aunque parezca mentira, lo peor de todo esto no fue la odisea en sí de volver, si no lo que me dijeron al llegar, hoy viernes:

Tienes billete a Emiratos para mañana sábado.